¿Como sería viajar a lo largo de un axon?

martes, 9 de abril de 2013

Los Yo's en nosotros

"If you wake up in a different place, in a different time, can you wake up as someone else?"
Tyler Durden, Fight Club

¿Quien soy? Quienes somos? Quienes son? Estas son diferentes perspectivas de la pregunta que nos hacemos todos los días y respondemos fácilmente, soy Yo, aquel que tiene un gusto maduro por la música, quien decide que camino tomar, quien puede derrumbarse pero nunca rendirse. Pero ¿como llegamos a ser YO? o nosotros mas bien. En primer lugar el Yo o el nosotros, es decir, la concepción que tenemos de quienes somos, nuestra personalidad, nuestra individualidad, es un producto de la actividad cerebral: una red de impulsos eléctricos que nos permiten pensar, hablar, gozar, decidir, escoger entre derecha e izquierda, entre lo bueno y lo malo. Y no nacemos con todas estas características que definen nuestra personalidad, las construimos a lo largo de nuestra vida, de nuestra experiencia, de saborear lo prohibido y sentirnos culpables, del decidir si volveremos a hacerlo. Lo más importante es que estos circuitos eléctricos no nos definen de forma tajante ya que nuestros gustos, nuestros pensamientos, nuestros miedos son moldeables, cambian cada vez que le agarras gusto a lo desagradable, piensas en hacer posible lo que se creía imposible, comienzas a temer aquello que anhelabas. Cuando nos encontramos haciendo aquello que jamás creíamos hacer es cuando nace el dicho "Nunca digas Nunca". Pero justo cuando nos encontramos en el borde de los recuerdos contemplando aquello que solíamos ser visto desde el ser que ahora somos, nos damos cuenta que siguen existiendo "similitudes". No logramos cambiar completamente aunque a veces lo intentemos con fuerza. ¿Por qué existe esa resilencia mental e incluso neuronal al cambio? Tal vez sea porque es extremadamente difícil  olvidar. Cada día al levantarnos es difícil que olvidemos nuestro nombre, nuestra ocupación, nuestros seres queridos, nuestros sueños, incluso es difícil que olvidemos aquel Yo que fuimos algún día. Podrá ya no encontrarse en la superficie pero sigue ahí, el cerebro no desperdicia un recuerdo valioso ni lo borra tan rápidamente como la papelera de reciclaje de una computadora. Entonces no es de esquizofrénicos concebir la idea de que existen varios nosotros o varios Yo's dentro de nuestro cerebro que representan todos o la mayoría de los cambios que hemos tenido en la vida. Por esta razón en ciertos momentos y bajo ciertas condiciones nos convertimos en otros Yo's que definen nuestra manera de pensar (psique) y nuestra manera de actuar (conducta); nos envuelve la sensación de que no hemos cambiado o volvimos a ser alguien (otro Yo) que no habíamos sido en mucho tiempo. A veces atesoramos  estas "personalidades" alternas y las protegemos del olvido, mientras que a otras las derrocamos con un golpe de estado y las encerramos en calabozos inmemorables.

Por último, solo queda plantearnos la pregunta más importante: ¿como cambiamos entre nuestros Yo's? ¿como es que nuestra personalidad se define y se reinventa a lo largo de nuestra vida? Será interesante conocer a la parte unitaria del nosotros y su Yo que descubra la respuesta.

jueves, 4 de abril de 2013

Las Perversiones del Cerebro


Las ideas son información, formada a partir de pequeños bloques que nuestro cerebro une (y es cuando se nos prende "el foco") y como todo lo demás en el cerebro están codificadas, al igual que un programa o un virus de computadora. Además, las ideas pueden ser buenas o malas, o parecer buenas cuando son concebidas por algún elixir etílico. Pero más allá de esta característica de las ideas, esta claro que hasta la más pequeña e insignificante idea tiene el poder de corrompernos.
Al igual que pasa en las computadoras cuando un virus empieza a cambiar la información o corromperla, una idea cuando se genera puede corromper el cerebro, ya sea la personalidad del individuo o su comportamiento. Por ejemplo, cuando quieres gustarle a una persona lo único q tienes que hacer es plantear esa idea sutilmente, de tal manera que la otra persona (o su conciencia) no oponga resistencia. Tus palabras empezarán a volverse más fuertes y cuando menos se de cuenta esa persona estará pensando en ti la mayor parte del día (parece muy fácil no?). Y las ideas pueden pervertirnos de distintas maneras: podemos  aceptar un trabajo que odiamos por la idea de que el dinero y el éxito laboral nos harán felices; podemos ser activistas por la idea de que la siguiente marcha cambiará al mundo; podemos buscar una religión o un crecimiento espiritual por la idea de vencer a la muerte o dejar de temerle; podemos formar una familia por la idea del amor, y así siguen muchas ideas, que fuera de ser inherentemente buenas o malas (vistas desde la ética o cualquier otra perspectiva) tienen la facultad e incluso la autonomía de corrompernos. Este efecto se vuelve más notorio cuando la idea genera una fuerte motivación. Una idea, impulsada por la motivación que generó, puede arraigarse dentro del consciente (o subconsciente) del cerebro y desde ahí moldear o modificar las nuevas ideas, la percepción, la personalidad o el comportamiento. Serían unos nuevos lentes por el cual el cerebro interpretaría la realidad. Y lo más curioso de todo esto: las ideas no son tangibles, no ocupan un espacio físico que podamos tomar y envolver para regalo a aquella persona especial que urge de una buena idea. Son un proceso interno del cerebro del que solo nosotros podemos dar fe y legalidad de su existencia, y que puede cambiar una pequeña o una gran parte de nosotros de un momento a otro.¿Que les parece esta idea?

martes, 2 de abril de 2013

Aquello que perdí?

Era una tarde de verano con el Sol quemando todo alrededor, decidí sentarme bajo la sombra y ahí, absorto en mis pensamientos tuve la impresión que había perdido, o tal vez olvidado, algo. No sabía que era y busqué frenéticamente entre mis cosas pero por más que verifique mis pertenencias una y otra vez no lograba deshacerme de esa sensación. Decidí sumergirme en mi mente y mis recuerdos y fue ahí donde me di cuenta que había perdido mi capacidad de analizar y entender los aspectos cotidianos y fundamentales de la vida. Sentí un gran vacío y un inmenso miedo pensando que aquella sobriedad, aquello que me permitía entender mi realidad, la esencia del vivir, se había perdido. Trate de buscar la respuesta pero no pude encontrarla.  Meses después me di cuenta que mi mente giraba en torno a otros aspectos, otras preguntas cuyas respuestas, a pesar de que me eludían, me desafiaban a encontrarlas. Me di cuenta que esa inteligencia (esa serenidad ante la vida; la sensación de que, sin importar que pase, cuantas torres se derrumben, sigues de pie ) ha cambiado; la han reemplazado conforme mi realidad ha cambiado. Ahora se que soy muy joven para encontrarla y que algún día llegará. No debo preocuparme por ello, sino estar listo para cuando nos volvamos a reunir.